La infertilidad como un problema de pareja

Según un reporte de la Organización Mundial de la Salud, dice que una de cada seis personas en el mundo sufre de infertilidad, y una de cada cinco que desean tener un hijo, tienen problemas para concebir, ya sea de manera temporal o permanente.

Las causas que provocan esta enfermedad se dividen en factor masculino, es decir, hay algún problema con el varón en 40% de las ocasiones; otro 40% hay algo en la mujer; 10% que tengan algo los dos; y 10% no hay causa y se le conoce como infertilidad de origen inexplicable.

Ese 40% que afecta a las mujeres se analiza como un factor anatómico. Se revisa como está el aparato reproductor femenino para ver que no haya algo que puede estar interfiriendo o evitando que se lleve a cabo el embarazo, que puede ser por miomas o alguna malformación.

El otro factor se conoce como endocrino, es decir, hay algo en alguna de las glándulas, puede ser la tiroides; por situaciones suprarrenales, por los ovarios o porque haya alguna alteración hormonal; que no deja que se lleve a cabo el proceso de ovulación para que se concrete un embarazo.

En la actualidad, las personas que padecen esta enfermedad buscan ayuda profesional en pareja, pero anteriormente era un tema que estaba prohibido, aunque ahora a las parejas todavía les cuesta aceptar que tienen algo.

Además, muchas mujeres prefieren demorar su posible embarazo porque se encuentran en pleno desarrollo profesional, para ellas existe la opción de “preservar fertilidad”, pero especialistas aseguran que a medida que van pasando los años va disminuyendo la reserva ovárica.

Preservar fertilidad consiste en hacer un tratamiento con medicamentos donde se estimula a los ovarios para que en lugar de que crezca un folículo, como se supone que crece cada mes, crezcan más, luego se sacan los óvulos, se congelan y guardan la información genética de la edad en que se realizó el tratamiento.

Sin duda, la infertilidad es similar en todos los países ricos, pobres o en vía de desarrollo, en estos últimos la seguridad social generalmente no cubre los tratamientos, que son de alta complejidad como, por ejemplo, un proceso in vitro.